La falta de rumbo es el núcleo central de la crisis
¿Cómo crecer? Esa es la pregunta para la crisis de la Argentina. Sin embargo, en el Estado no contesta de manera unívoca. La carencia de esa respuesta es sintomática de otra carencia: el país no tiene hoy un modelo de crecimiento. El economista Eduardo Robinson identifica esta cuestión como la raíz de la coyuntura y detalla el proceso de pérdida de un proyecto de desarrollo nacional, en el diagnóstico que brinda a LA GACETA.
“La economía argentina atraviesa otro episodio de agudización de una crisis de larga data. Durante estos episodios es cuando la economía pierde la brújula de cómo se sale, a qué costos y en qué plazos. Sin embargo, para la significativa inestabilidad que caracteriza a la economía argentina, salir de este cuadro de agudización de la crisis implica que la situación no tienda a agravarse. Da la impresión que se han perdido las posibilidades de que la economía halle un sendero de estabilización y crecimiento. Es como que ‘salir’ sólo quiere decir que el dólar deje de volar, que la inflación disminuya niveles de agresividad, que se normalice el flujo de importaciones... Son metas muy limitadas, pero con los cimbronazos que se vienen acumulando lucen como grandes aspiraciones”, contextualiza.
El rumbo
“Hace tiempo que la economía argentina no tiene una estrategia de desarrollo. Se ha perdido el rumbo”, define el especialista.
“Desde el retorno del periodo democrático en 1983, la economía transita sin un rumbo definido. Es paradójico, porque se supone que al dejar de lado los vaivenes institucionales, se permitiría un crecimiento más robusto de la economía. No fue así. La economía, en el periodo de consolidación democrática, no ha logrado encontrar un modelo de desarrollo. No sólo no se ha encontrado la fórmula del crecimiento, sino que los factores que hacen que las economías crezcan y se desarrollen están cada vez más ausentes. Y esto es lo más preocupante. No se ha logrado, construir un marco de solidez económica, es decir, una economía atractiva”, sopesa.
“En estas circunstancias de debilidad de la economía, lo importante es que el gobierno tenga un programa económico. Debe responder a un modelo que conteste la pregunta estratégica: ¿cómo crecer? Hoy sólo se asiste a un grotesco pase de facturas entre quienes tuvieron la responsabilidad de conducir la economía del país. No se debaten ideas, programas, metas, estrategias, sino sólo quién es el más culpable de lo qué pasa, como si en ello radicara la clave del crecimiento económico”, lamenta.
Las etapas
Robinson identifica las etapas de los modelos de crecimiento económico que tuvo la economía argentina.
• Expansión agroexportadora (hasta 1930). La economía crecía impulsada por las exportaciones y prevalecía la apertura comercial. El motor del desarrollo fue el comercio internacional.
• Reacomodamiento y reajuste (hasta principios de los 50) Indicios de estancamiento. Tremendo deterioro del sector agropecuario, suba significativa del sector industrial. Política de sustitución de importaciones. Reducción del comercio internacional.
• Consolidación y crecimiento sobre nuevas bases (fines de los 50 hasta 1974) Con el asentamiento de un sistema industrial y transformaciones cualicuantitativas en el sector rural, mejora la tendencia secular de crecimiento, en una economía más compleja.
• Desvío infrapotencial, estancamiento inicial y regresión final (1975 -1983). Se nusca crecer fomentando el consumo. La inflación debilita el crecimiento mercadointernista. La caída de precios de exportación quitan dinamismo al comercio internacional.
• Pérdida de rumbo y expansión del sector público (1983 -2022): la crisis de la deuda de fines de los 80 y la expansión del sector publico desembocan en dos hiperinflaciones de inicios de los 90. Con la “Convertibilidad” se crece por fortalecimiento del mercado interno, se recrea el crédito. Sin competitividad, con alto endeudamiento y con deterioro de credibilidad del gobierno, estalla la crisis de 2001. En 2002 mejoran los términos de intercambio, hay consolidación fiscal por retenciones y expansión de consumo. Fuerte crecimiento del sector público, caída de la inversión, se crece consumiendo el stock de capital de la década anterior.
“La economía argentina no tiene un modelo de crecimiento y ese es el núcleo de la actual crisis: la falta de rumbo”, sentencia.
“¿Cómo crecer? Esa es la pregunta a debatir en profundidad y con una dirigencia a la altura de responder. ¿Cómo generar prosperidad, riqueza? La economía argentina tiene que recorrer el camino de la competitividad”, ratifica Robinson.
“La fórmula moderna del crecimiento pasa por ganancias de competitividad, crear un marco institucional para la atracción de inversión, potenciar las exportaciones en un mundo que seguirá demandando alimentos y materias primas”, identifica.
“No es corto el camino de la competitividad, de rediseñar un Estado impulsor del crecimiento. Hoy cabe confirmar la existencia de la ‘cuestión de crecimiento’, pero en un marco de premura no verificable en etapas anteriores. Sin ese modelo, la economía seguirá transitando por la mediocridad y las crisis serán muy severas”, concluye.
"Hay que generar un proyecto de país"
“Evidentemente, hay una pérdida de horizonte de largo plazo. Esto es en definitiva en lo que cayeron los liderazgos. No sólo los liderazgos políticos, sino los liderazgos en general”, lamenta el economista Gustavo Wallberg, cuando LA GACETA le consulta cuál debiera ser el camino a tomar para conjurar las crisis recurrentes que asuelan la economía, las finanzas y la institucionalidad de la Argentina en ciclos cada vez más breves. La síntesis del especialista: hay que generar un proyecto de país. Porque -explicará en detalle-, la Argentina los tuvo antes. Y ahora no.
“En el siglo XIX, la Generación del 80 tenía una visión de país. Un país cosmopolita y moderno, en el que había tierras, pero que necesitaba mano de obra y capital. ¿Cómo iba a poder conseguirse el país de la visión que ellos tenían? Atrajeron gente y atrajeron capital. Para eso necesitaban condiciones de seguridad y de infraestructura, con la finalidad de que hubiera rendimiento. Entonces hicieron puertos, tendieron vías férreas y crearon universidades. Pero si estás construyendo un país necesitás una conciencia de país. Entonces crearon escuelas. Por la puerta de ingreso entraban italianos, españoles, alemanes y turcos, y por la puerta de egreso de esas aulas salían argentinos”, metaforiza.
“Tenían una visión política diferente respecto de quién debía gobernar, pero estaba claro que la idea de la ‘república posible’ se hacía de buena fe. Fue la misma Generación del 80 la que empezó a plantear la apertura política, con Roque Sáenz Peña a la cabeza, mucho antes de que fuera candidato a Presidente. Tenían la visión de que el país moderno e integrado que pretendían era también democrático. Estaban mirando varias décadas hacia adelante”, explica.
“El peronismo ya mira mucho más cerca. Es decir, tiene una visión de país en el sentido de un Estado como clave en la sociedad; un desarrollo industrial liviano como elemento de modernización; y redistribución del ingreso. Lo que no ve es que eso no es perdurable. Arturo Frondizi agrega que a eso había que darle industria pesada y capital extranjero. El problema es que acelerar las crisis te lleva a pensar cada vez menos en el largo plazo. Y ahí se perdió: después de Frondizi ya no hubo un gobernante que tuviera una idea de país, que no es sólo una idea de un orden económico sino de qué sociedad se quiere”, delimita.
Espiral descendente
“Si se quiere evitar la recurrencia de crisis hay que generar un proyecto de país. Las crisis no son casuales: surgen porque no sólo hay un mal orden económico, sino porque también hay un mal orden político y social. Cuando alguien cree que el eje de la vida social es el Estado redistribuyendo, evidentemente hay un aspecto cultural que se ha perdido. Esa idea perdida es la de que el Estado acompaña y genera condiciones básicas, pero no es el motor de la sociedad. El motor de la sociedad son las personas. Quien crea otra cosa no aprendió de las experiencias del mundo. Por eso la recurrencia de las crisis en Argentina”, identifica.
“Cuando hay una crisis, todos los valores se reacomodan porque hay una caída en costos de producción: pierden valor las empresas y pierde valor la mano de obra. Cualquiera que tenga excedente puede poner eso nuevamente en marcha. Pero cuando lo hace, el Estado pretende apropiarse de los resultados. Eso genera de nuevo una situación inestable, de nuevo una crisis, de nuevo una pérdida de valor. Cada vez se va a ir invirtiendo menos porque hay menos credibilidad respecto de cuánto va a continuar el aspecto positivo del ciclo. Entonces, estamos en un espiral descendente. Si el ciclo no se corta, estamos complicados”, advierte el especialista.
“El problema de la Argentina, además, es que el sistema político es de mala reacción. Nuestro sistema no lleva de manera rápida los problemas de la gente a la discusión pública en el Congreso. Es un sistema poco competitivo y muy caro, que hace que lo importante sea el aparato del Estado y no la respuesta que el representante da al votante. Por el contrario, se suele responder al líder del partido, que es quien pone el dinero para que sea diputado, en vez de responderle a la gente, que pone el voto para que sea diputado. Y eso se debe también porque la gente no sabe quién está en las bancas. Incluso en una provincia chica como la nuestra, es muy difícil encontrar a alguien que sepa el nombre de los nueve diputados nacionales por Tucumán. Ni hablar de provincia de Buenos Aires, donde son 70. ¿A quién se va a controlar y se va a pedir cuentas si no se sabe quién está gobernando?”, interroga.
“El resultado es que la Argentina cambia sólo cuando hay crisis. Crisis profundas. Pero si a partir de la crisis no se construyen modelos sostenibles en el tiempo, nunca se va a salir. Entones: se pueden poner parches ahora, y se van a hacer ajustes, ya sea coordinados por el Gobierno o crudamente ejecutados por parte del mercado. Eso implica sacar por un momento la cabeza del agua. Pero si no empezamos a construir cómo salir del agua, vamos a volver a hundirnos en unos cuantos años”, pronostica.
“El interrogante es qué tipo de sociedad se quiere. Hay montones de diseños que funcionan bien en el mundo. Algunos más liberales, otros más intervencionistas. Los requisitos para que funcionen bien son la prudencia fiscal, la prudencia monetaria, la idea de que el sector privado es básico para el dinamismo de la economía, discusión pública de los aspectos centrales de la sociedad y transparencia. Esto es lo básico y todo esto es lo que falta en la Argentina. Es secundario si la gente quiere ser liberal o socialdemócrata: un socialdemócrata que actúe de manera transparente, que responda a los problemas que aparecen en la sociedad, que sea prudente en el gasto, que no te exprima con los impuestos, que no pretenda emitir a lo bestia, va a construir un país que funcionará de manera impresionante. Pero la gente debe aceptar eso”, concluye.